¿Puedes comunicar de forma auténtica?
Cuando hablamos de narrativa en marca personal, es fácil caer en la trampa de pensar únicamente en el contenido: los posts que publicamos, las charlas que damos o las ideas que compartimos. Eso es solo una parte mínima de la historia. La narrativa es mucho más que lo que decimos. Incluye lo que mostramos con nuestras acciones, las decisiones que tomamos, los temas que abordamos, los que evitamos e incluso los silencios que dejamos. En marca personal, la omisión puede ser tan reveladora como la expresión.
Todo esto se vuelve aún más importante porque vivimos en un mundo complejo y que cambia rápido. Nuestra identidad debe permanecer coherente, pero nuestro comportamiento debe adaptarse. Nuestro público necesita señales estables que pueda interpretar fácilmente, pero el entorno exige agilidad. Navegar esta tensión es uno de los retos más exigentes de construir una narrativa de marca personal: seguir siendo reconocible mientras respondemos al cambio.
Por eso resulta ingenuo pensar que la narrativa de una marca personal es simplemente lo que contamos sobre nosotros mismos. Una narrativa es toda la red de señales que emitimos, de forma consciente o inconsciente, en el plano de lo que decimos y en el plano de lo que hacemos. Incluye lo que compartimos públicamente, las ideas que apoyamos, las causas con las que nos alineamos, el tono que elegimos, la manera en que gestionamos un conflicto y la forma en que respondemos en situaciones que importan. Cada uno de estos elementos contribuye a la historia que otros construyen sobre nosotros.
Para qué sirve realmente tu narrativa
Para entender la narrativa adecuadamente, debemos hacernos una pregunta básica pero a menudo olvidada: ¿para qué sirve la narrativa de una marca personal? La respuesta es obvia, pero poco común en la práctica. Una marca no es lo que escribimos en nuestros documentos estratégicos; una marca es lo que vive en la mente de nuestro público. Su trabajo es sencillo y exigente a la vez: ayudar a que las personas entiendan quiénes somos y qué valor les aportamos.
Esto implica que diseñar la narrativa de una marca personal no consiste en elegir un tema que “queremos poseer” y producir contenido sobre él. El thought leadership tiene un papel, por supuesto, pero necesita complementarse con la capacidad de navegar la complejidad, responder a los desafíos y aprovechar las oportunidades cuando surgen. Las personas conectan los puntos entre lo que decimos y lo que hacemos, reorganizando esas señales en su mente para crear su propia historia sobre nosotros. No podemos controlar esa historia, pero sí podemos influir en ella seleccionando los ingredientes que ofrecemos: nuestras palabras, nuestras ideas, las causas que apoyamos y nuestras acciones.
Principios: tu brújula en un mundo complejo
Ahora bien, esta reflexión puede parecer demasiado abstracta y necesitamos llevarla a un terreno más operativo. El problema es que la complejidad de nuestra vida profesional nos arrastra hacia formas de pensar y actuar reactivas. Eso es inevitable, pero incluso en esas situaciones exigentes y potencialmente dañinas para nuestra marca personal, no debemos abdicar y limitarnos a reaccionar. Debemos mantener el control sobre las señales que emitimos, porque esas señales acabarán depositándose en la mente de nuestro público y se convertirán en la materia prima con la que crearán su historia sobre nosotros.
¿Cómo podemos ser deliberados e intencionales en nuestras palabras y actos cuando tenemos el control, pero también en los momentos en que nos vemos empujados a reaccionar? No existe una lista fácil ni completa. Necesitamos principios que nos guíen. Se convierten en parte de nuestro centro de gravedad, en el núcleo que evita que nuestro yo auténtico se desvíe cuando las circunstancias nos empujan en múltiples direcciones.
Estos principios funcionan como una brújula. Aportan estabilidad en un mundo inestable y coherencia en momentos que podrían parecer desconectados entre sí.
Permíteme compartir algunos de los principios que guían mi propia narrativa. No son prescriptivos. Solo ilustran cómo los valores se convierten en señales.
Moralidad
Hablo y actúo según mis valores. Esto implica mantener un centro ético claro y dejar que oriente mis decisiones de forma consistente. El público reconoce la coherencia moral como una de las señales más profundas de autenticidad.
Respeto
Sé que las personas suelen ver un mismo tema desde perspectivas distintas. No ataco su visión. Intento aportar a la conversación, especialmente cuando mi perspectiva difiere. Esto crea un espacio relacional seguro y la seguridad genera confianza.
Profundidad
Vivimos en un mundo complejo y nuestro cerebro está diseñado para simplificar la realidad y ahorrar energía. Intento resistir esa simplificación excesiva. Cuando un tema importa, lo exploro en profundidad para captar la mayor parte posible de su realidad, siempre consciente de que no poseo la verdad última. La profundidad se reconoce como una señal de seriedad y credibilidad.
Trascendencia
Sé que gran parte de la realidad escapa a nuestros sentidos y a nuestra comprensión directa. Esto puede entenderse en términos espirituales, pero también en términos sistémicos. Cada suceso, cada idea, cada proyecto existe dentro de un sistema mucho mayor. Reconocer la trascendencia implica aceptar la complejidad, abrazar el simbolismo y acercarse a la realidad con humildad. Esto eleva la narrativa y abre una perspectiva más amplia.
Estos son ejemplos, no fórmulas. Tus principios pueden ser distintos, pero deben existir. Son la columna vertebral de tu narrativa, la arquitectura sutil que hace que tu marca personal sea reconocible, confiable y significativa en un mundo que cambia rápidamente.



