Las marcas resilientes prosperan mejor en tiempos de caos
- Giuseppe Cavallo
- 17 abr
- 4 Min. de lectura
En su libro fundamental Thinking in Systems, Donella Meadows ofrece una definición de resiliencia que resulta especialmente reveladora en el clima actual de turbulencias políticas, económicas y tecnológicas. La resiliencia, escribe, es "una medida de la capacidad de un sistema para sobrevivir y persistir en un entorno variable". No se trata de rigidez ni de resistencia al cambio. Por el contrario, la resiliencia es una forma de fortaleza que surge de la adaptabilidad, la flexibilidad y la capacidad de reorganizarse manteniendo la identidad.
Este concepto suele confundirse con la estabilidad, pero no son lo mismo. La estabilidad tiene que ver con permanecer igual, resistir las fluctuaciones y volver al equilibrio lo antes posible. La resiliencia, en cambio, implica absorber la perturbación sin colapsar. Es la capacidad de doblarse sin romperse. Y, lo que es crucial, es lo que permite a un sistema seguir evolucionando con el tiempo, incluso bajo presión.
La aportación de Meadows es entender que la resiliencia no es solo una propiedad de los ecosistemas o de las estructuras físicas; se aplica a todo tipo de sistemas: biológicos, ecológicos, económicos, organizativos y sociales. El sistema inmunológico es resiliente cuando aprende a combatir nuevos virus. Una economía es resiliente cuando se adapta a las crisis sin colapsar. Una sociedad es resiliente cuando conserva sus funciones esenciales frente a la disrupción.
Y una marca también.
Una marca es un sistema
Muchas veces pensamos en una marca como una etiqueta, un logotipo o una construcción de marketing. Pero en su interpretación más estratégica, una marca es un sistema. Está compuesta por señales, relatos, relaciones y expectativas. Tiene un propósito, una arquitectura y una manera de interactuar con su entorno. Y como cualquier sistema, puede analizarse desde la óptica de la resiliencia.
Una marca personal, en particular, vive y evoluciona en la intersección entre identidad y entorno. No es una fachada. No es una actuación. Es un sistema que refleja quiénes somos, cómo aportamos valor y cómo nos conectamos con los demás. Surge de la coherencia entre la claridad interna (valores, visión, experiencia) y la expresión externa (reputación, influencia, conexión emocional). Y esa coherencia es lo que hace que una marca sea reconocible incluso cuando evoluciona.
El riesgo de confundir coherencia con rigidez
Con demasiada frecuencia intentamos estabilizar nuestra marca: creamos una imagen pulida, escribimos un eslogan perfecto, curamos nuestra presencia hasta el punto de dejarla petrificada. Pero si miramos las marcas desde el pensamiento sistémico, vemos que una marca verdaderamente estratégica no debería aspirar a la estabilidad, sino a la resiliencia.
Esto implica aceptar que las cosas cambiarán. El contexto se moverá. Surgirán crisis. La opinión pública oscilará. Los algoritmos evolucionarán. Y nosotros, como profesionales, también cambiaremos. Nuestras prioridades, habilidades, roles y ambiciones evolucionarán a lo largo de las etapas de nuestra vida y carrera. Una marca estable—la que nunca se mueve—corre el riesgo de volverse irrelevante.
Una marca resiliente, en cambio, mantiene su significado esencial mientras permite que sus expresiones se transformen. Se adapta a nuevas plataformas, reformula su mensaje, revisa su audiencia y encuentra nuevas formas de generar valor. Está viva.
Tomemos el caso de una experta en sostenibilidad. Su marca se ha construido sobre ayudar a las empresas a implementar estrategias medioambientales utilizando marcos como los ESG o los ODS. Durante años, estos términos le abrieron puertas y ayudaron a consolidar su credibilidad. Pero hoy, el clima político y cultural ha cambiado—especialmente en Estados Unidos, donde el rechazo hacia estos conceptos ha llevado a muchos líderes a evitarlos en público.
Si su marca fuera rígida—basada en un conjunto estrecho de expresiones y terminología—ahora podría sentirse desfasada o, peor aún, enfrentar resistencia activa. Pero si es resiliente, puede mantener su identidad esencial (promover la sostenibilidad y la creación de valor a largo plazo) adaptando el lenguaje, las referencias y los canales que utiliza para llegar a su audiencia. Puede hablar de regeneración, de resiliencia o de futuro sostenible sin abandonar la esencia de su mensaje. Eso es coherencia adaptativa.
Marcas resilientes en tiempos turbulentos
Si estás construyendo o gestionando tu marca personal hoy, pregúntate si es resiliente. Considera estas señales:
¿Tu marca es reconocible incluso cuando tu rol cambia?
¿Puede tu marca absorber impactos externos sin perder su significado?
¿Tienes múltiples puntos de contacto (digitales, presenciales, relacionales) que mantengan tu marca viva y presente, incluso cuando un canal se debilita?
¿Puedes revisar tu historia sin traicionar tu identidad?
En tiempos caóticos, las marcas que sobreviven son las que saben transformarse sin perder el alma.
La resiliencia es una mentalidad
La lección aquí no es solo conceptual: es estratégica. Hay que construir y gestionar la marca con una mentalidad resiliente. Eso significa:
No busques el alineamiento perfecto. Busca la coherencia adaptativa.
No congeles tu imagen. Cura tu evolución.
No persigas la estabilidad. Diseña para la consistencia dinámica.
El mundo es caótico. Es veloz, ruidoso, inestable. Pero tu marca no tiene por qué serlo. Tiene que ser reconocible, relevante y preparada.
La resiliencia, no la estabilidad, es el futuro del personal branding. Deja que tu marca respire, se mueva y evolucione—para que pueda persistir, conectar y prosperar.
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