El poder del reframing: cómo expresar tu valor de una forma que tu público pueda ver, sentir y creer
- Giuseppe Cavallo
- 17 abr
- 4 Min. de lectura
Puede que hayas pasado semanas refinando tu propuesta de valor. Encontraste las palabras perfectas, metáforas que te gustaban y un tono que sentías propio. Pero entonces ocurre algo extraño: tu público no responde. El mensaje no llega. O peor aún: lo malinterpretan por completo. El problema puede no estar en lo que dices, sino en cómo lo enmarcas.
El reframing o reencuadre no consiste en cambiar quién eres o lo que ofreces. Consiste en encontrar la ventana adecuada a través de la cual los demás puedan ver tu valor. Una ventana que ya existe en su mente, moldeada por su forma de ver el mundo, sus necesidades y sus categorías mentales.
En el lenguaje de la teoría de sistemas, una marca personal sólida no es una estructura fija. Es un organismo adaptativo. Se mantiene coherente, pero evoluciona a través de su interacción con el entorno. Esa evolución no significa necesariamente transformación. A menudo, implica encontrar nuevos ángulos para revelar el mismo núcleo—haciendo que tu valor sea comprensible, creíble y deseable para diferentes audiencias.
Por qué el reframing es un acto estratégico
Aclaremos primero lo que no es reframing. No es un giro radical. No es un reposicionamiento. No es una nueva propuesta de valor. Reencuadrar es contar tu historia desde otro ángulo. Estas son algunas de sus tácticas más eficaces:
usar diferentes metáforas
cambiar el foco de las características a los resultados
enfatizar un territorio emocional distinto
alinear tu propuesta con una categoría de problemas distinta
Habla el idioma de cada audiencia
El reencuadre es especialmente poderoso cuando te diriges a segmentos de audiencia diferentes—cada uno con su propio lenguaje, forma de pensar y sensibilidad. Diferentes referencias culturales, idiomas y marcos mentales determinan lo que cada grupo considera valioso. Lo que resuena en un colectivo puede ser irrelevante o incluso confuso para otro.
Esta es la esencia de la segmentación: identificar los distintos públicos a los que sirves y comprender cómo interpretan el mundo. Reencuadrar te ayuda a encontrar la forma correcta de dirigirte a cada uno—sin cambiar tu esencia, pero usando las metáforas, el tono y los relatos que tienen sentido en su universo.
Te permite adaptar tu mensaje al mapa mental de tu audiencia sin perder la coherencia con tu propuesta de valor.
El reencuadre también es especialmente útil cuando el discurso público se vuelve muy polarizado. En estos contextos, la comunicación suele estar distorsionada por el ruido, la reacción emocional o la manipulación ideológica. Aquí, reencuadrar te ayuda a elegir tu postura con intención. Puedes decidir participar abiertamente, asumiendo los riesgos y oportunidades de una postura partidista. O puedes optar por un encuadre más equilibrado, que proteja tu integridad y evite que tu mensaje sea malinterpretado o manipulado.
Si quieres que tu valor sea percibido y recompensado, debes tomar decisiones deliberadas:
¿A quién te estás dirigiendo?
¿Qué valora más esa audiencia?
¿Cuáles son sus categorías mentales, desencadenantes emocionales y dinámicas de decisión?
Intentar hablarle a todo el mundo con la misma historia diluye tu valor. Reencuadrar te permite mantener tu esencia mientras ajustas la óptica para que tu mensaje sea relevante para cada público.
Esto requiere desapego emocional de nuestras propias palabras. Muy a menudo, nos enamoramos de nuestras formulaciones. Escribimos una frase perfecta y decidimos que debe ser universal. Pero las marcas personales sólidas no son autorreferenciales. Están diseñadas para tener impacto—no solo para expresar identidad, sino para generar relevancia. A veces tenemos que sacrificar las palabras que amamos para que nos entiendan.
Metáforas y significado: deja que el público te vea con su propio enfoque
Las personas no compran palabras. Compran significados. Y los significados surgen de asociaciones, no de definiciones.
Por eso es tan importante el uso estratégico de las metáforas al reencuadrar. Una metáfora no solo ilustra un concepto—lo enmarca. Si describes tu trabajo como “un motor de transformación”, evocas poder, mecánica, aceleración. Si lo describes como “una brújula para el cambio”, evocará orientación, claridad y dirección interior. Y si lo presentas como “una luz para el discernimiento”, proyectas comprensión, conciencia y capacidad de ver con claridad en medio de la complejidad. El valor subyacente puede ser el mismo. Pero la experiencia que prometes no lo es.
La metáfora adecuada conecta tu propuesta de valor con una estructura previa en la mente del público. Hace que tu promesa se sienta familiar, plausible y necesaria. No se trata de ser poético. Se trata de ser estratégicamente comprensible.
La narrativa como sistema de alineación
El reencuadre no es un recurso decorativo—es un acto narrativo. Tu narrativa es la infraestructura que conecta tu identidad, tu audiencia y tu ambición estratégica. Cuando esa alineación se pierde, tu valor se pierde en la traducción.
Esto es particularmente relevante cuando operas en distintos segmentos o hablas con públicos que tienen marcos mentales diversos. El reencuadre se convierte en el mecanismo que mantiene la coherencia mientras permite una percepción de variedad.
Volvamos a la idea de resiliencia de marca, que he desarrollado en otros artículos. Una marca personal resiliente se comporta como un sistema vivo. Debe ser internamente estable y externamente adaptable. El reencuadre es la expresión narrativa de esta lógica dual:
Internamente, tu mensaje está anclado en una propuesta de valor clara.
Externamente, se adapta en lenguaje, tono, encuadre y metáfora para seguir siendo relevante en cada segmento.
Cuanto más sofisticado se vuelve tu entorno profesional—más roles cubres, más audiencias sirves—más necesitas dominar el arte del reframing.
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